miércoles, 28 de septiembre de 2011

ANONIMO


Sabes, desde que comence a hablar mi vida se vuelve mas caotica, estoy muy triste y si bien es cierto que puedo controlar mi llanto, por rato me falta el aire de lo triste que estoy, no entiendo porque siento tanta rabia, tanto odio hacia tanta gente hacia esa gente que pudo hacer algo y no lo hizo, quisiera poder ir a buscarlo y hacerle tanto daño que me suplique que lo deje en paz aquel deseo de venganza no se va, y pienso que una buena persona no debe sentir odio, ¿entonces soy mala?, y cuando hablo y digo lo que recuerdo y luego mi psicóloga quiere abrazarme solo quiero que se aleje que no me toque, que no se acerque y no porque piense que me va a hacer daño sino que me siento indigna de sus abrazos, duele decirlo que estoy tan sucia que no merezco que se acerque, no se que me pasa, no lo entiendo mi vida ha toma un giro enorme, estoy como paralizada. 
He estado practicando los ejercicios, los que están en tu blog, y me han hecho pensar mucho, en algunos casos me han sacados de dudas pero en otros sigo sin entender, siguen conflictuandome.
Como por ejemplo ¿qué siento realmente por esa persona? por momentos creo que es una especie de "agradecimiento" por ayudarme en un primer momento, un falso respeto que luego se convierte en miedo, o aunque duela admitirlo amor, si es que eso es posible ¿lo es? después de todo aquello, después de tanto daño, de cada cosa sucia que estuve obligada a hacer, ¿es posible que pueda siente amor por alguien que solo me uso e hizo y deshizo de mi cuento quiso? no lo se. Aunque siempre escuche a mamá, que no porque alguien no haya hecho daño significa que nuestros sentimientos sean negativos a esa persona, el amor es contradicción dice ella,  pero no es posible que lo quiera después de todo el daño. Me rehusó a creerlo....por otro lado otra duda es:  si signifique algo para el y no me importa si la respuesta es no, en serio no me interesa, no me duele pero, si solo se trataba de dormir con alguien,me cuesta entender como si tenia una novia, si tenia a quien quisiera a su disposición porque obligar a alguien tan indefensa ha hacer algo que no quiere hacer, para manejar la a su antojo, para utilizarla como si fuera un objeto y lo que es peor prestarla como si fuera un juguete a quien quisiera; si solo se trataba de sexo porque no un burdel , su novio porque aquella maldita necesidad de tomar a alguien por la fuerza, hacerla que creer que es su culpa, por hacerle daño a alguien, porque no permitirle a una niña una infancia normal....Y es que mis pesadillas vuelven, recuerdo muchas cosas casi todos los días , recuerdo escenas horribles y es como si todo regresara de nuevo, aun así la vida con sus exigencias no me permiten sumergirme mucho tiempo en este estado depresivo, y trato de controlar mi llanto, mi impotencia, mi frustración. y tal vez la palabra no sea culpable, porque entendí que tal vez no tuve mucho que ver en lo que paso, pero si me siento sucia, con cada cosa horrenda que hice por miedo a no hablar, por miedo a ser juzgada, por miedo a que no me quisieran mas....en fin poco a poco superare esto supongo.


espero que estés bien, que hayan sido una buenas semanas para ti.

Anónimo


"desde mi corazón sabes que no estas sola y con la ayuda de un buen psicólogo en abuso sexual infantil, dedicación a los ejercicios del libro el coraje de sanar y amor, saldrás adelante"


Miguel Adame.

¿A cambio de qué?

A veces dudo acerca de la decisión que tomé respecto a mi abuela, dejar de verla. Alguien me ha dicho: "es triste llegar a viejo y estar solo y enfermo"... "El tiempo pone las cosas en su lugar", obviamente yo lo interpreto como "tu abuela está sola, enferma y necesitada, la has dejado sola... el tiempo te lo cobrará"; y esas palabras resuenan en mi mente como un terrible presagio del cual no podré escapar, una maldición con la que cargaré por mi pecado, como un mal karma que me traerá más adelante terribles desgracias.



¿Acaso soy tan mala?¿Es que soy una persona sin sentimientos?

Sé que no lo soy, pero lo pienso... me siento feliz por la paz que he ganado, no me siento feliz por saber que tal vez sufre, llegué al límite donde ya estaba rozando la locura, pero me piden que vaya más allá, que me sacrifique... después el tiempo me compensará.

¿A cambio de qué? ¿no he dado suficiente?

"Te han dado casa, ropa, escuela sin tener la obligación", "Tuviste todo lo que quisiste","Velaron por tu salud", "Asististe a buenos colegios"... ¡¿y qué?! mis abuelos se hicieron cargo de mí pues mi madre no pudo, por obligación moral o por amor o por guardar las apariencias, bien pudieron haber hecho otra cosa. Aunque mi familia no era opulenta no tuve carencias económicas, eran otros tiempos; además mi abuela hacía malabares para mantener un estatus que tal vez no existía así que realmente no sé cuanto de lo que tuve fue producto de una época de bonanza y cuanto fue producto de un circo.



"Tienes que ser agradecida pues te pudo ir mal", ¡odio esa frase!... lo peor es que viene de alguien que sabe por lo que he pasado. El agradecimiento y el cariño me tuvieron atada a un infierno después de haber hablado, yo pensaba que solo con eso muchas cosas mejorarían. Algunas cosas mejoraron, otras simplemente fueron empeorando de una manera tan sigilosa que me di cuenta mucho tiempo después, me di cuenta cuando ya habían un gran daño.



"Hay que devolver a los padres aunque sea un poquito de lo que hicieron por nosotros", en mi caso a mis abuelos, lo que le pueda devolver a mi abuelo él no lo va a ver y lo que haga será para hacer las paces conmigo sabiendo que él estaría orgulloso; lo que pueda devolver a mi abuela creo que ya quedó más que saldado con lo que tuve aguantar después de haber dicho lo que pasaba: "perdonar", "convivir", "pasar la página", "ser buena cristiana". En parte permití que me sobornaran, llenaba un vacío que dolía mucho. Es algo muy confuso para mí, mi abuela demostraba su cariño comprando cosas, tapaba las travesuras o faltas de mis tíos comprando cosas para el afectado; compraba cosas para que no estuviera triste, para que estuviera contenta, para que ya no estuviera molesta, para evitarnos la fatiga de hacer algo por nosotros mismos, porque se le daba la gana...



Tuve lo que quise... ¿a cambio de qué?

¿Porque tuve una "buena vida" debo aguantar que sus hijos vivan ahí con ella? ¿debo quedarme callada? ¿debo tragarme mi sufrimiento? ¿debo devolverles el gasto (la inversión) hecha en mí?

Me deben validación, congruencia, respeto, apoyo... me deben mi infancia. Alguien que apoye y proteja a quien me hizo tanto daño no tiene el derecho de decirme que le debo algo, los demás aunque me apoyen tampoco tienen el derecho de decirme que no deje de ver a mi abuela, especialmente si conocen la historia.



Ahora tengo lo que en realidad importa y lo único que tengo que dar a cambio es cariño y una sonrisa sincera. Pero mis demonios de vez en cuando intentan revelarse.
 

lunes, 26 de septiembre de 2011

Tus ojos reflejan las cruentas batallas perdidas



Tus ojos reflejan las cruentas batallas perdidas.
Las incontables noches con luna llena. los sueños que nunca han soñado.
Tus ojos revelan las horas en vela que un amanecer frío a capturado.
Tus ojos se muestran rehenes de un pasado que nunca pidió vivir.

Tus ojos revelan los ríos de lágrimas que un mar han formado.
Tus ojos se muestran como rocas inertes después de una corriente lluviosa.
Tempestuoso recuerdo que sea desbordado.

Tus ojos hablan como el viento apresurado.
Ese viento de huracán que arranca desde la raíz el miedo.

Tus ojos expresan una misericordia sublime que perdona y olvida.
Pero que sigue viviendo los recuerdos ingratos.

También tus ojos saltan y gritan.
Yo puedo soñar primaveras eternas.

Tus ojos sobreviven.
Tus ojos luchan.
Tus ojos logran llenar de colorido el horizonte.
Tus ojos triunfan danzantes y alegres.
Tus ojos se niegan a cerrase por completo.
Tus ojos dormirán serena mente sus propios sueños de amor, enigma y libertad.



Poesía.

Autor: Miguel Adame Vazquez.

Septiembre de 2011.

A quien no se da por vencido nunca, sobrevive  y continua luchando.

viernes, 23 de septiembre de 2011

OTRO POR QUÉ

Cada día que pasa más lo extraño es como si un brazo hubiese perdido. Desde que nací me protegía...pero las cosas de la vida no pudo ni protegerse a él ni a mi.

 
Un día presencié su dolor y su vida cambió y la mía. No completo recuerdo el momento, supongo que lo evito detallar sólo algunas cosas que continuamente van y vienen en mi mente y que evito aclarar porque es muy doloroso.

Por alguna razón vuelven y no paran los recuerdos a entristecerme, no sólo su añoranza sino encima evocarle sin poder controlarlo. Como si de nuevo estuviera allli más detalles a veces llegan, sigo de testigo mudo.

En aquel momento pasé a ser como su madre, era con quién hablaba, a quién le contaba y quien mejor le conocía. El olvidó ese suceso yo olvidé mi vida y sólo recordaba eso pero nunca hablé.


Siempre le entendía y justificaba todo porque sabía su dolor. Pasamos por muchas cosas similares, desgraciadamente vivimos el dolor y desamparo en primera persona y sin embargo tomamos caminos en la vida muy diferentes que terminaron por separarnos. Yo olvidé mi vida y sólo la de él recordaba él sólo se olvidó de vivir.
 
Con los años sólo conectaba con la realidad al hablar con él de resto en mis libros y mi mundo. En cada lío que andaba le sacaba, cada cosa que le surgía ahí estaba, nunca le dejaba solo ante nada ni nadie era como si le debiera mi vida.

Cuando su vida se puso en peligro temí seriamente perderle y un día hablando traté de tocarle el tema y mi sorpresa fue que lo estaba recordando y me pedía ayuda.

Dos niños asustados sin saber que hacer y a quién contar.Y tomé valor pero fui a la persona menos indicada su madre.

Como loco le trató como loca me trató, que mentíamos y no dijéramos nunca más nada del asunto. Así quedó sepultado de la única forma que en esa familia resolvían los asuntos.
Importaba más el que dirán que salvar tu carne y tu sangre.

Su vida en ese momento se arruinó del todo, escogió el peor camino para su evasión y yo siempre estaba en medio entre tratar de sacarle y ayudarle como podía y entre ser el saco de su descarga. Le amaba tanto que no me importaba, pensaba en lo que pasó y le justificaba no se me sacaba de la cabeza y me sentía responsable no testigo.

Mi único hermano en aquel entonces que fue como mi padre mientras pudo para ser como mi hijo hasta el final.Nadie entendería sino lo viviera, muchas tardes solos, buscándonos la vida porque heramos invisibles para muchos y para otros solo objetos.

Nadie se preocupó que sentíamos o que pensábamos. No conocimos afecto ni amor ni ese calor de hogar que siempre anhelamos.

Los años pasaron pero él nunca cambió pero un día de la mano se le fue y temí seriamente por mi vida y de lo que más he amado que sostenía y escogí vivir y le perdí.

Nunca más le veré y poco sabré de él...Ya no sólo la añoranza sino la culpabilidad de lo que escogí, en ocasiones ahogan mi existir.



Anónimo.
http://nery-linnet.blogspot.com

!Listas! Camara... Accion!


Y si ya le otorgamos el perdón ¿lo dejan salir de una vez? Pregunta Guadalupe ansiosamente al Ministerio Publico, ante la mirada aterrada de Nadia, que no da crédito a lo que escucha.

Cuando su madre de entero de todo le dijo que fueran a denunciarlo y así aprendería a no estarla molestando. Pero ahora ella y su abuela, al verlo en la cárcel andan quejándose que solo lo multen y que ellas le otorgan el perdón para que lo dejen libre!

Yo NO lo perdono, ni creo que mi tía (que es incluso un año mas chica que yo) lo perdone nunca, quiero que pague por haberme violado, por violar a mi tía y a la otra niña, la hija de la señora que nos ayuda en la casa.

Siento tanto asco y vergüenza de pensar que ahora mismo en la delegación ya están viendo todo lo que nos hacia, porque encontraron todas las fotos y los videos que nos tomo cuando “jugaba” con nosotras, diciéndonos princesitas mientras nos tocaba con sus manos asquerosas mientras nos hacia daño, porque decía que quería vernos una y otra vez.

Y ahora mi abuela dice que lo dejen salir porque no es cierto? Que los evangelistas no hacen esas cosas? No entiendo y tengo ganas de salir corriendo de aquí y nunca más verles. Todo el tiempo mi madre hablando de su congregación y de la bondad de sus gentes y si mi padre pertenece a esa congregación porque siento como si fuera el mismo demonio?

¿Así son los hombres evangélicos? Y si lo son, ¿por ser evangélicos, pueden violar a las niñas?

Solo deseo que todos los videos que tenía mi padre, los destruyan y no le permitan acercarse nunca más a nosotras .




"A mis queridos sobrevivientes"



Tus ojos se han enrojecido    nuevamente.

Tus mejillas no han tocado la noche.

Tu ilusión por el mañana  a emigrado a otros campos
Siempre esperando un Amanecer diferente.



Tu grandeza se siente diminuta
Tu alma se siente contristada.
Porque al crecer tu inocencia fue traicionada.


Pero no debes partir.
A un Faltan muchas primaveras
Mil aventuras contaras en el futuro
Lucharas Contra viento y marea
Vencerás mil y un obstáculos.


No debes renunciar.
Un mundo gigante te espera.
No debes esconderte.
Porque hay alguien que te espera.


Tu debes ganar y sobreponerte a la luna llena.
Se que lo harás.
Ya lo haces de mil maneras.





"A mis queridos sobrevivientes"

Poesía

Autor: Miguel Adame Vázquez.

Septiembre de 2011.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Prólogo de la novela, "Abandonados En La Oscuridad"

PRÓLOGO


«Y ahora, yo te digo: “Tú eres

Pedro, o sea piedra, y sobre esta

piedra edificaré mi Iglesia y las

fuerzas del infierno no la podrán vencer”.

Yo te daré las llaves del reino

de los cielos: “todo lo que ates

en la tierra será atado en el cielo, y

lo que desates en la tierra será desatado

en los cielos”», (Mateo 16, 18-19).



Después de muchos siglos, la Iglesia aún sigue pregonando el evangelio que es Cristo, la lucha por la verdad y la justicia, es parte también del que se sabe que conoce a Dios. Cristo confió su Iglesia al apóstol Pedro, en la actualidad la Iglesia presume de conservar ese depósito de fe, en los sucesores de los apóstoles, hoy en día dicen los obispos ser los sucesores de los apóstoles y el papa actúa como la cabeza, al igual como lo fue Pedro.

¿Por qué los sucesores de los apóstoles han guardado silencio, ante la injusticia? ¿Por qué han protegido a sacerdotes pederastas? ¿Realmente estamos hablando del mismo Cristo? ¿Es posible que nos guíen a Dios, criminales y hombres sedientos de poder?

De las primeras memorias que tengo de mi vida, es la parroquia, un lugar que significó en su momento todo para mi. Mis primeros amigos ayudaban en el altar, al igual que yo, todos éramos felices, nos divertíamos y nos sentíamos cerca de Dios.

En el momento menos pensado, tuve que redefinirme, todo mi mundo se destruía y el de mis amigos también.

La primera persona que me presentó a la Iglesia, fue mi madre, me dijo que era necesario acercarme los domingos a misa y respetar al padre. Es inevitable no asociar el dolor, con lo que mi madre me decía, porque yo creía que ella lo sabía todo y no era verdad.

A veces cuando despierto por las mañanas, me siento inquieto y pienso en mi madre, lo
mucho que me hubiera gustado que estuviera conmigo.Una parte de mi corazón siempre llora por ella, es una ausencia que nadie ni nada la puede saciar porque solo le pertenece a ella, a quien tanto extraño.

Desgraciadamente mi memoria no me proporciona más recuerdos y he tenido que conformarme con lo que me cuenta mi padre. Mi madre me amó y me cuidó sin medida. Ella siempre quiso lo mejor para mi y para lograrlo se cuestionó a sí misma, para entenderse mejor de dónde provenía. Se apartó de los aprendizajes absurdos que recibió de niña y que tanto la hicieron sufrir. Mi madre fue una mujer muy inteligente y de gran sencillez, con gran simplicidad miró la vida.

Cuando yo era niño y confiaba en alguien me entregaba completamente y esto me trajo mucho dolor y decepción. ¿Por qué cambiar esta forma tan espontánea y bella de ser? Muchas veces, cuando somos pequeños, aprendemos de nuestros padres el erróneo proceso de abandonarnos a nosotros mismos.

Dejamos de ser lo que somos, para entrar en una dolorosa despersonalización, al intentar sobrevivir en un mundo inhumano, donde se lastima y se impone la opinión de otro.Algunos de mis amigos confiaron en hombres disfrazados con sotana, hombres enfermos

que jugaban con el nombre Dios. Nadie hizo nada por defenderlos, vivieron en un silencioso dolor, llenos de verguenza, de algo que no eran responsables.La culpa y el odio marcaron sus vidas, cayeron en un oscuro túnel de depresión que los llevó a la muerte.

Hoy de adulto, soy selectivo y tengo mucho cuidado, pero cuando era niño fui presa fácil de aquellos de doble intención y corazón malvado.Creo que mucha gente se aprovecha de la debilidad de otros y manifiestan en ellos lo sucio y asqueroso que son, justificando de mil formas su deshonesto proceder.

Mi padre estuvo cerca de mi para protegerme y amarme, pero muchos de mis amigos no tuvieron la misma suerte. Algunos estaban solos en la vida, privados del calor y el gozo que da el amor sano e incondicional de un padre.

Ahora de adulto mis emociones las manejo con la razón, sin embargo a veces soy poseído por mi memoria que desgraciadamente nunca se borra, a veces trae consigo antiguos sentimientos y recuerdos tristes que marcaron mi infancia y que aún me producen desesperación por la injusticia.
La vida es un misterio para mi, ella guarda mucho más de lo que puedo ver y entender, en ese misterio me abrazo de Dios, como mi único pilar y sostén ante las fuerzas oscuras que realmente rodean la vida, y de vez en cuando se manifiestan de manera visible y de muchas formas, sin saber el porqué. No le tengo miedo a lo desconocido, le temo a la maldad que esconden las personas y que se presentan como algo que no son.

Hoy vivo tranquilo, pero el recuerdo pesa tanto en mi que tengo que estar constantemente en la búsqueda de mi propia identidad. Es fácil explicar, es difícil experimentar y mucho más horrible caminar con ello, intentando que no interfiera con lo que más deseo en mi vida: vivir en armonía conmigo mismo y con aquellos que me rodean, sin ataduras emocionales, pero sí con lazos, en los cuales el respeto a la individualidad y el nunca pretender adueñarme para manipular a alguien, es lo más importante para mi.

Hoy quiero vivir y pensar en lo mucho que amo a mis amigos y amé a otros que ya se fueron tristemente de este mundo, con mucho sufrimiento, llevándose con ellos una parte
de mi corazón.

Gabriel

Prólogo de la novela, "Abandonados En La Oscuridad"

De: Juan M. Castro
jcastro_54321@yahoo.comhttp://www.abandonadosenlaoscuridad.com

jueves, 8 de septiembre de 2011

ASOMARSE AL ABISMO

El mar estaba ondulado. Creaba valles y montes que alcanzaban gran altura, pero sin crestas blancas. El sol se había ocultado tras las nubes y el cielo había quedado forrado con un toldo translúcido que atenuaba el día en tonos apagados, grises.


No hacía frio, pero la brisa marina era fresca y desde lo alto del acantilado podía ver casi hasta el horizonte las grandes olas que ondulaban la superficie marina como si fuera una manta bajo la cual se movieran ejércitos de serpientes hacia el muro vertical.



Volví a mirar abajo y calculé la altura. cincuenta metros, tal vez más. Allí las serpientes se desintegraban en espuma, golpeando violentamente contra las rocas.



Cuando el retroceso del agua lo permitía podía apreciar grandes pedruscos desperdigados ante la base de la pared, como si mirase desde lo alto la fosa de un castillo en ruinas donde un niño gigante hubiese derribado sus bloques de juguete. Entonces volvió. Aquella imagen con la que llevaba días -años- luchando por extirpar regresó a mi mente golpeando con toda su fuerza. Surgió ante mí como un espectro y trajo consigo todas las sensaciones, toda la tristeza, todo el miedo y todo el dolor que había experimentado cuando sucedió en el pasado.



Pero siempre era ligeramente diferente, algo estaba fuera de lugar. Yo estaba fuera de lugar. Me veía a mí misma, en mi recuerdo, como si estuviese fuera de mi cuerpo, como un simple espectador, como si presenciara la escena desde lo alto y le veía. Le veía acercarse a mi cama, cuando yo estaba acurrucada haciéndome la dormida. Le veía “despertarme” en completo silencio y apartar la ropa de mi cama para poder sacarme de ella con facilidad. Yo me veía muy, muy pequeña, tendría unos cuatro o cinco años. Le veía arrastrarme suavemente por las piernas hacia el borde del colchón mientras él se agachaba. Le veía quitarme las braguitas y abrirme, admirando mi sexo limpio, infantil.



Le veía sujetarse el pene erecto y acercarlo a mi vulva, en cuclillas, apoyando la otra mano sobre la cama para mantener el equilibrio. En ese momento me percataba de que el canalla había entrado en mi habitación desnudo en su parte de abajo, sólo con la camisa del pijama. Después se incorporaba un poco y se colocaba sobre mí, la cadena de su cuello besaba mi frente. Deslizaba el glande a lo largo de mis labios genitales, arriba y abajo, durante un rato y después notaba que se detenía brevemente en la entrada de la vagina y a veces empujaba un poco.



La escena no es de un momento concreto. Lo hizo así varias veces. En muchas ocasiones me metía previamente los dedos. Después empujaba ligeramente, con cuidado, midiendo la resistencia del orificio, creo que calculando para evitar desgarros. Nunca me rasgó. Al menos yo no tengo el más mínimo recuerdo. O eso creí durante muchos años. Creo que no me desgarraba, pero una vez sangré. Estaba orinando cuando vi mis braguitas manchadas. Mi hermana me las tiró a la basura y dijo que era la regla. ¿es posible que una niña de seis años tenga la regla? Tardé mucho tiempo en comprender realmente el alcance de lo que me hizo, el riesgo al que me expuso.



No, no hubo grandes desgarros, pero por entonces, con cinco o seis años, yo no sabía nada de eso. Yo sólo sentía. Sentía una sensación de “peso” en las tripas cuando mi padre me tocaba con la puntita de su cosa ahí, por donde se hace pipí. Era una sensación rara, algo incómoda, pero tal vez soportable. Me hacía sentir extraño, pero a veces me gustaba. Con todo el dolor de mi corazón, confieso que me gustaba. ¡Dios, aún siento remordimientos!



Lo que me daba más miedo era cuando él se detenía en la entrada de mi vagina. En ese momento la mezcla de placer y turbación que pudiera estar experimentando desaparecía de golpe. Porque cuando empujaba el dolor era agudo y ascendía por mi interior como calambres. Y el pequeño miedo, el tímido temor que sentía empezaba a crecer, a hacerse mas grande, a transformarse en Pánico. Pánico a que me rompiera. Ignoraba si eso era posible, pero una parte de mí tenía pánico a que me desgajara. Entonces sí que lloraba y gritaba. Los alaridos retumbaban en mi cabeza como petardos dentro de un contenedor. Gritos de miedo. Pero sólo ahí, en mi cabeza. Porque jamás lloré delante de él. Jamás grité en su presencia. Me imponía tal respeto, me infundía tanto miedo que jamás me atreví a demostrar mi dolor ante él.



Todavía me faltaban aún siete u ocho años para descubrir el verdadero dolor, el verdadero espanto de una penetración completa, pero en esos momentos ese era el techo de dolor y miedo que creía que podía soportar, o tal vez en mi memoria el sufrimiento se multiplica o se mezcla con el dolor que sentía con trece años mientras me violaba, porque en aquel acantilado el recuerdo se hizo tan presente que un dolor agudo me atravesó como si me hubieran atravesado con una estaca desde abajo. Eso me hizo tambalear, me doblé agarrándome el vientre intentando paliar los terribles dolores que me recorrían el abdomen y con un terror creciente en mi interior.



En ese instante miré hacia abajo, mientras me arrodillaba sobre las rocas, y quedé hipnotizada por el abismo que se abría ante mí. De repente me sentí absolutamente atraída por el vacío. Como si una voz del más allá me susurrase que me entregara, que me dejase llevar. Allí abajo ya no había tristeza, no había dolor, no había miedo. Allá abajo ya no había herida. Sólo tenía que dejarme caer…



El aullido de uno de los bufones de las cuevas kársticas que había cerca me devolvió a la realidad. De nuevo sentí el suelo bajo mis manos, bajo mis rodillas, haciéndome consciente de dónde estaba. Pero el recuerdo seguía ahí, como si mirara un trasluz. Seguía sintiendo peso en el estómago y calor en mi sexo, y seguía notando como si algo invisible intentara abrirse paso a través de mi vagina, y seguía el dolor. Un dolor intenso y fuerte, pero inmaterial. Un dolor que mi mente reproducía a pesar de ser una reminiscencia del pasado. Un dolor que no era por el daño físico, sino por el daño espiritual. Era dolor en el alma. Era como quemarse por dentro, desgarrando la voluntad.



Me di cuenta de que a varias decenas de metros no había gente. No veía a nadie a mi alrededor y por lo tanto no había nadie que pudiera verme u oírme. Grité. Al principio fue poco más que un lamento emitido en voz alta casi sin querer. Pero mi subconsciente creo que se dio cuenta de que podía quejarme, podía gritar, podía llorar sin miedo porque nadie estaba cerca, porque él no estaba allí, y a medida que fui consciente de ello, los lamentos empezaron a ser más altos, más largos, las lagrimas empezaron a surgir y entonces me descargué.



Aún no se como llamarlo: dolor, ira, rabia, energía, espíritu, esencia, fuerza, poder… Ni siquiera sabía que estaba allí. Empezó a crecer en un punto cercano al estómago y aumentó de tamaño hasta sentirme invadida por él. lo sentí, casi pude ver como me envolvía, como me oprimía haciéndome daño y entonces tomé aire, y grité.



Grité hasta quedarme sin aliento, me vacié. Chillé y toda la energía, toda la rabia, todo el dolor salieron y se alejaron de mí como una onda expansiva. Grité con tanta fuerza que dos gaviotas que estaban sobre las rocas levantaron el vuelo asustadas. Las vi alzarse y volar a mi altura, después me sobrevolaron. Y como una señal divina, con el vuelo de aquella pareja de gaviotas, el recuerdo desapareció.



No es que se hubiera borrado de mi memoria. Simplemente me hice consciente de que aquello había pasado hacía mucho, mucho tiempo, y el dolor había sido tan intenso que aún lo guardaba dentro. Aquel grito lo hizo salir y después me sentí totalmente vacía, sin dolor, sin miedo, pero desamparada. ¿Cómo es posible que él me hubiera hecho eso desde que recuerdo? ¿Cómo es posible que él hubiera sido capaz de excitar mi cuerpo sin mi consentimiento? ¿ cómo es posible que mi padre me hubiera invadido de aquella manera tan abyecta? ¡¡¡Sólo era una niña, por el amor de Dios!!! ¿Cómo es posible?



Me invadió una inmensa tristeza, y empecé a llorar desconsolada. Me dejé llevar por el llanto, ahogando en un suspiro un último insulto para mi padre: “…hijo de puta…”.



Recuerdo el acantilado, lo visito muchas veces. Pero no recuerdo cuándo me asomé al abismo; seis, ocho años, no lo sé. No recuerdo lo que ocasionó aquella retrospección, pero si sé que era un recuerdo recurrente que se ha repetido en numerosas ocasiones. En mis años oscuros, cuando el flashback regresaba no era capaz de colocarlo en una línea temporal, y me sentía desorientada. Llegue a pensar que me imaginaba cosas, que estaba loca. Ya no sabía qué pertenecía a una época y qué pertenecía a otra. Y estaba obsesionada con colocar todos mis recuerdos, en su sitio, en su tiempo concreto. Era como jugar al Tetris. Llegaba un recuerdo y lo colocaba, y a continuación entraba otro que intentaba encajar con lo que ya había. Hasta que llegaba un momento en que ya no tenía espacio para girar las piezas, y borrar líneas.



A veces creía que era del día que me violó por primera vez, con doce o trece años. En otras ocasiones rememoraba mejor la escena completa, y entonces me hundía, porque al darme cuenta de que ya intentó penetrarme mucho antes, me hacía sentir aún peor. Me daba la imagen de que yo no era nadie, no era nada. Sólo su juguete. Una marioneta que manejaba a su antojo, cuando él disponía. Una muñeca con la que satisfacer su sexo para luego abandonar hasta la próxima vez. Yo no tenía más usos. Jamás me preguntó por mis notas. Jamás me aconsejó en nada. Jamás me enseñó nada de lo que se supone que enseña un padre. Jamás me dijo -te quiero-. Juro por lo más sagrado que si lo hizo yo no tengo ni el más mínimo recuerdo. Yo solo era una objeto de usar y tirar. cuando él quisiera.



Y lo mas siniestro de todo, es que ni yo misma me daba cuenta de eso. No me sentía utilizada, porque para mí no existía otra cosa. Yo era de usar y tirar porque no había nada más. Por lo tanto, no puedes añorar lo que desconoces. Sólo cuando volvía con mis Padrinos, empezaba a vislumbrar que había algo más. Pero hasta que no inicié la rehabilitación no lo he visto con claridad.



Ese recuerdo resumía en parte todo eso. El dolor que me provocaba era de alguna manera por el descubrimiento de conocer que yo no era nada. Sólo el cajón de los juguetes de un degenerado, que abría para desordenar aún más y después cerraba a su antojo. Sólo un mueble. La escena revelaba a mi subconsciente que yo, de niña, estaba muerta, encerrada en la oscuridad, pero hasta que no me asomé a aquel abismo no salí a la luz. Y he tardado tanto en verlo, He tardado tanto en ver lo destructivo que fue conmigo, he tardado tanto en abrir los ojos…



Desde niña, el instante, el momento en que mi padre empujaba, intentando entrar en mí, invadiéndome, era una imagen que me doblaba, me descolocaba, me provocaba enormes calambres en el útero y por supuesto me destrozaba psíquicamente. Desde ese día, junto al precipicio, no recuerdo haber vuelto a tener esa retrospección. Mantengo el recuerdo. Sé que es indeterminado, que no tiene fecha, y que tampoco importa mucho cuando ocurriera. Pero ya no me daña. Ya soy capaz de mirarlo a la cara, de escribir sobre él sin sentir mas que una pequeña molestia, como un peso añadido al estómago, que en cuanto cierre el ordenador, y me siente a ver una película, se irá desvaneciendo y volviendo a su lugar en mi mente.



En aquel acantilado dejé caer un gran peso que me lastraba, dejando que el agua lo purificase. No ha sido el primer lastre del que me he desecho. Tampoco es el último. Aún queda mucho peso muerto. Pero ahora, por fin mi castillo esta más ordenado. Por fin mi monstruo no escapa con tanta facilidad y me destroza los muebles. Por fin duermo por las noches. Por fin vivo durante el día.


“Cuando bordeamos un abismo y la noche es tenebrosa, el jinete sabio suelta las riendas y se entrega al instinto del caballo.”

Armando Palacio Valdés. (1853 – 1938) Escritor y crítico español.

http://nemesisenelaverno.blogspot.com/

HERMANOS DE SANGRE

Ya he contado que soy la pequeña de cuatro hermanos, y que los cuatro hemos sufrido el maltrato y los abusos de mi padre. Mi hermano mayor que me saca doce años, con el que tuve el grave altercado cuando regresé a la casa de mis padres. Mi hermana, ocho años mayor que yo, con problemas muy graves a causa de sus abusos. Y mi “mellizo”.


He omitido de manera inconsciente a este hermano pequeño en el blog. Creo que no ha sido casualidad. Creo que en alguna parte de mi mente, mi monstruo ha jugado conmigo, y me ha dejado estos pensamientos, estos razonamientos escondidos porque me da vergüenza hablar de mi hermano. Porque en la historia de mi relación con él hay cosas de las que aún no puedo hablar. Cosas que todavía queman, cosas que aún emiten radiación. Mis ideas no son claras, pero ya va siendo hora de que se conozca una parte de mi vida y de mis abusos que, quiera o no, me afecta mucho.


Algunas personas me han dicho que mi vida da para escribir un libro. La vida de mi hermano da para dos.

Mi hermano más pequeño y yo nos llevamos poco tiempo. Él es 13 meses y 12 días mayor que yo. Aún conservo una foto familiar en la que estamos todos. Yo con unos meses de edad en brazos de mi padre, y mi hermano sentado en el regazo de mi madre. Todas las personas que han visto la foto han tenido dudas sobre la identidad de los dos bebés de la foto y alguno me ha preguntado si somos mellizos. Tal es el parecido. Cuando éramos pequeños, cuando bajábamos a jugar al patio común donde desembocaban los portales del bloque de viviendas, los vecinos también creían que éramos gemelos. Yo siempre lo sentí como tal.

A las pocas semanas de mi nacimiento mi madre tuvo un “accidente” que la postró durante mucho tiempo en una cama de hospital. Por lo tanto, mis primeros tres años de vida, ella los pasó convaleciente, mientras mi hermano y yo estábamos en el orfanato donde me conoció mi Madrina, y dónde mi padre, aprovechando las vistas al centro de menores hacía algo mas que certificar que no renunciaba a nuestra tutela.

Lo cierto es que mi hermano y yo hemos tenido vidas muy parecidas, pero a la vez muy distintas. Ha sido como dos caras de la misma moneda, dos situaciones paralelas, en ocasiones con los mismos “tiempos”, las mismas pautas, pero con desenlaces diferentes y semejantes a la vez.

 
Mi Madrina me cuenta muchas veces que en la institución donde me conoció, nos juntaban un par de horas al día en una sala de recreo a todos los niños, y que era donde yo coincidía con mi hermano. (En aquella época separaban a los niños y a las niñas, por eso mi Madrina me conoció a mí y no a mi hermano) Al parecer, en una ocasión una niña le quitó un juguete a mi hermano y él empezó a llorar. Según mi Madrina, yo tenía mucho genio y al ver llorar a mi hermano, agarré a esa niña por los pelos y tuvieron que venir ella y otra señorita a separarnos. Yo tendría 2 o 3 años, y no sé hasta que punto yo, de verdad, estaba defendiendo a mi hermano o simplemente anhelaba ese juguete, pero a mi Madrina le gusta pensar que era un gesto altruista.

Después nos separaron. Yo empecé a irme con mis Padrinos cuando se fueron a vivir a otra ciudad y mi hermano terminó en un colegio de educación especial. Es complicado explicar cómo terminamos los dos en sitios tan diferentes, pero si tengo que arriesgarme a dar una razón, apostaría por la ineptitud y la ignorancia de los que en aquella época se encargaban de los asuntos sociales.

Mi Madrina me contó que ninguno de los dos hermanos hablábamos. Ni una palabra. Lo entendíamos todo, pero simplemente no hablábamos. Que éramos muy retraídos, y que mi hermano a penas se defendía. Cuando mi Madrina comenzó a tenerme con ella con más asiduidad, me llevó a un logopeda, por si yo tenía algún problema de dicción, no encontraron nada, y de hecho me cuentan que cuando ya estaba mas estabilizada, cuando mis Padrinos se hicieron cargo de mí de manera mas constante, empecé a hablar correctamente, sin atascarme, con total normalidad. Yo tenía casi cuatro años.


Hablo desde la ignorancia más absoluta, pero quiero pensar que mi retraso en el habla fue a consecuencia de sufrir, ya por entonces, los abusos de mi padre, y por lo tanto tengo razones para sospechar que mi hermano pasó exactamente por lo mismo. Pero él no tuvo la fortuna de encontrar a alguien como mi Madrina, y creo que al comprobar que mi hermano tampoco hablaba, que era huidizo, se escondía y apenas se defendía, alguien interpretó erróneamente esas señales e indicó que mi hermano tenía un retraso intelectual “moderado”. Ha pasado doce años interno en un colegio de educación especial. Un colegio para retrasados, dicho crudamente.


Sé por mi madre que en vacaciones jugábamos mucho juntos pero yo a penas tengo recuerdos. Tengo “fotos” mentales en las que estamos construyendo con el “Exin Castillos”, o jugando a las cartas con esas barajas infantiles de hacer familias. Creo que la nuestra tenía los personajes de la película de Disney Robin Hood, pero no estoy muy segura. Mis evocaciones son sólo bocetos sin color. En realidad mis únicos recuerdos de él, los que se imponen cuando pienso en mi hermano, son los abusos.


Yo tenía doce o trece años cuando supe que él también sufría abusos. Lo descubrí de manera traumática una mañana que sorprendí a mi “mellizo” haciéndole una felación. Ese día algo se rompió entre nosotros. Jamás hemos hablado de ello pero desde entonces, cuando estábamos juntos, era una siniestra sombra que sobrevolaba el ambiente. Cuando mi padre estaba en casa a solas con nosotros siempre había un momento de “impasse”. Cruzábamos la mirada un instante e intentábamos escabullirnos, que no se notase nuestra presencia, hacernos mas pequeños, invisibles. Había motivos para ello. El último año de mis abusos, el Año del Infierno, también debió serlo para él. Si mi padre fue capaz de hacerme autenticas barbaridades, mi hermano no lo pasó mejor. Me consta, fui testigo directo.


Después llegaron los Años Oscuros. Y como en todo, cada uno capea el temporal como puede. A mí me dio por empastillarme, a él le dio por salir corriendo. Con quince años se fue de casa y se dedicó a recorrer el mundo con una mochila a la espalda. Cuando yo regresé a la casa de mis padres, en el final de mis años oscuros, le veía muy de vez en cuando. Seguía viviendo con precarios trabajos y grandes ausencias. Después, mientras yo estabilizaba mi vida con un hijo, le perdí la pista.


Lo último que supe de él fue que estaba en una ciudad del este de Europa, en una empresa de transportes, y se iba a casar. Tras aquella carta, pocas semanas después nos encontramos una noche que pasaba por mi localidad de regreso a aquel país, y no me gustó lo que vi. Estaba desaliñado, sin afeitar, y según me dijo mi marido, olía mal. Mi hermano me dijo que le habían perdido las maletas en el aeropuerto, pero me sonó más a una excusa que a otra cosa. Al día siguiente desapareció sin dejar rastro.


Quise creerle. Las primeras semanas en que desapareció me puse en contacto telefónico con los consulados y embajadas de todos los países del este, pero no lo encontré y a medida que pasaron los meses, los años, empecé a darle por perdido. A veces me lo imaginaba como un vagabundo por alguna ciudad europea, pidiendo limosna y durmiendo en la calle. Cuando esa imagen me venía a la mente sentía un inmenso amor por él.


Al final, después de quince años, le di poco menos que por muerto. Llegué a pensar que había hecho como yo. Romper con toda la familia definitivamente al ser consciente de sus abusos. No se lo reproché. Yo he hecho exactamente lo mismo. De hecho ya entonces, cuando nos veíamos, yo me sentía incomoda en su presencia. A veces no soportaba ni siquiera un casto beso por su parte, y creí que él tal vez sintiera lo mismo, que por eso desapareció.


Pero la realidad en ocasiones supera la ficción.

Pocos meses después de la muerte de mi padre, cuando aún estaba asimilando todos los recuerdos y las sensaciones que eso me produjo, recibí un correo a través del Facebook de alguien de nombre extranjero que era amigo de una persona llamada igual que mi hermano, y que le estaba ayudando a encontrar de nuevo a su familia. Quería saber si yo era una de sus hermanas.

Me dio un vuelco el corazón. La foto era actual, tenía dieciséis o diecisiete años y algunos kilos de más, pero la imagen que me sonreía desde la pantalla de mi ordenador era sin duda el niño con el que había compartido mucho más que unas vacaciones.

Mi hermano. MI viajero hermano, aun no podía creerlo. Le había perdido la pista cuando se fue a vivir cerca de los Cárpatos y le había dado por muerto. Y no era la primera vez que le creía fallecido, porque en una ocasión, cuando yo tenía trece años, pensé que mi padre le había matado de una paliza por mi culpa. Y por segunda vez le reencontraba vivo. Vivo y trotamundos, sonriendo a un fotógrafo anónimo sin imaginar que su propia hermana le saludaba desde el tiempo y la distancia.

Tardé tres días en contestar, hasta que la curiosidad pudo conmigo. El amigo extranjero fue muy reservado y amable, se limito a facilitarme la dirección de correo electrónico de mi hermano y se retiro discretamente en su papel de extra.

La primera toma de contacto vía email, fue tímida, como entrar en una piscina sin conocer la temperatura del agua. Supe en ese momento que había perdido a mi hermano, o al menos la parte de él que le daba su esencia, porque sufrió un “accidente” muy grave que le ha borrado una parte de la memoria. Principalmente la infancia y parte de su adolescencia y primera juventud.

La responsable de la amnesia de mi hermano es una mujer. Muchas víctimas terminamos junto a parejas también abusadoras. Es como si tuvieran un radar que detecta nuestra debilidad y se aprovechan de esa vulnerabilidad de manera cruel. Fue el caso de mi hermano. La persona con la que se casó resultó ser toda una víbora.

Contrajeron matrimonio cuando él trabajaba en la empresa de transporte. Lo cierto es que no me ha dado detalles, pues lo ultimo que recuerda es un viaje con su esposa y los padres de ésta por la cordillera de los Cárpatos: le encontraron unos viajeros junto a la carretera semidesnudo, malherido, con la cabeza abierta y sin documentación de ningún tipo. La mujer, después de darle por muerto, le robo todo el dinero, las tarjetas, los papeles… Desgraciadamente las secuelas de lo ocurrido son graves: además de la amnesia, sufre una preocupante afección cardiaca. Ha tenido dos infartos en pocos meses.

El amigo extranjero era compañero en el trabajo, hablaba español y fue el primer amigo que mi hermano tuvo allí. Le enseño el idioma y las costumbres de la zona, y fue el primero en ayudarle cuando aquella mujer se largó con el pasado de mi hermano. Al parecer, en cuanto estuvo recuperado físicamente, mi hermano volvió a España por traslado de la empresa, y terminó en el sur del país. Meses después, el buen samaritano tuvo que emigrar con su esposa y su hija por la crisis que estalló en su país natal y mi hermano, para devolverle el favor le echó una mano y le ayudo a instalarse en la ciudad española.

Desde entonces, mi hermano ha intentado volver a ponerse en contacto con la familia, pero no sabia si mis padres habrían cambiado de domicilio porque las llamadas no se respondían y las cartas se le devolvían o no se contestaban. Y fue la indiscreción de la esposa de su amigo la que, a través de Facebook, encontró un perfil y una foto muy familiar, la mía.

Para mí fue como si el peso del mundo se hubiera colgado de mis hombros. Quiero condenadamente a ese crío, apenas lo recuerdo pero seguro que ha sido un compañero de juegos estupendo en los veranos de la casa de mis padres, sin embargo también hemos sido testigos de situaciones de difícil calificación. Y el hecho de saber que ahora yo soy la única depositaria de esos recuerdos es peor que si me hubiesen confirmado la muerte de mi hermano.

Es complicado, somos hermanos pero casi no nos hemos criado juntos, tenemos distinta educación, distinta vida y sin embargo nos une algo fuera de lo común, como dos extraños que sobreviven a una catástrofe y vuelven a ponerse en contacto. Y aquí estoy yo, hablando con mi hermano, un extraño, que busca su pasado mientras yo solo quiero huir de él.

Ahora la comunicación esta siendo principalmente por Messenger. Al principio la obsesión de mi hermano era saber como estaban nuestros padres y nuestros otros hermanos, y yo no sabía que decir. Me sentía entre la espada y la pared, mi hermano me solicitaba información de la familia y explicaciones de porque no le contestaban al teléfono, y yo no quería decirle que no podía ponerme en contacto con ellos porque la última vez que vi a mi hermano mayor casi me cuesta la cordura, o la vida. Me ha costado muchos años romper aquella cadena familiar que pesaba como una losa, y no me puedo permitir volver a soldar el grillete. Al menos la parte que me ata a mis padres y a mis otros hermanos, y esa obcecación, al principio, me estaba volviendo loca, aquello empezaba a parecer el paseo por un acantilado en el que no puedes evitar mirar abajo hipnóticamente.

Me ha contado que solo recuerda el colegio, de la vida familiar apenas imágenes. Y yo le he explicado que de pequeñitos habíamos vivido en una institución gubernamental los tres o cuatro primeros años. Le he dejado leer entre líneas que nuestras infancias no han sido fáciles, que somos hermanos pero hemos vivido separados casi toda nuestra vida, le he hablado de mis Padrinos y que ellos son en realidad los que me han educado. Que he pasado más tiempo viviendo con ellos que con nuestros padres, pero que cuando estaba en el domicilio paterno siempre estábamos juntos. Le he hecho ver que mi padre era violento, que hay expedientes nuestros en el archivo histórico, (porque en aquella época el tribunal de menores funcionaba a parte de la justicia ordinaria, y esos expedientes son “de menores”) y que indican que nuestro progenitor no era el “padre del año” precisamente.

Pero es delicado, mi intuición me dice que no debo contarle más de lo que él mismo pueda recordar. El psiquiatra le ha dicho a mi hermano que al ser una amnesia traumática, los recuerdos tienen que volver por si solos, y las preguntas aún se agolpan en mi cabeza: ¿y si de repente recuerda? ¿Y si su amnesia no es tanto por el accidente como por lo que paso en su infancia?


Me preocupa él, y me preocupa mi propia reacción ante sus recuerdos. Me ha preguntado por qué pasó doce años en un colegio de educación especial, y yo no sé que decir. Aún no sé como le podría volver a explicar a mi hermano una situación que ya hemos vivido en primera persona. Sería como caminar hacia atrás intentando pisar tus propios pasos. Y es un cúmulo de sensaciones extrañas que se arremolinan en mi cabeza cada vez que le veo conectarse por el Messenger. Me da pánico que recuerde y me reconecte los recuerdos dolorosos de mi vida con mis padres. En lo que a mí respecta, mi familia son mis Padrinos, mi marido, y mi hijo. Todo lo que está fuera de eso, es peligroso para mí. Me sería muy difícil volver a empezar.

Lo cierto es que le aprecio mucho. Me encanta discutir con él de fórmula uno por el Messenger, hablamos bastante a menudo, pero son siempre conversaciones livianas, sin profundidad. Al principio me preguntaba a veces por mi madre, si la veía y como estaba. Ahora ni se molesta porque ya sabe que yo no tengo contacto con ella.

La verdad es que sé de él lo que él mismo me ha contado y a veces tengo dudas. Recuerda sus viajes, la mayoría, pero nunca me habla de ellos. Sé que vive solo, que ahora trabaja en una empresa de mantenimiento y que se le dan bien los ordenadores. Pero a veces creo que recuerda más de lo que dice y que me oculta información. A veces me parece “intuir” algo mas… No lo sé. Tal vez sólo sea que busco fantasmas donde no los hay.

Pero sobretodo hay algo de mi hermano que me está comiendo la moral y es saber cómo voy a lidiar con mis sentimientos hacia él. Ya no sólo por el hecho de que me haga recordar mi pasado, sino por lo que ahora siento cuando está cerca, cuando hablo con él. Porque cada vez tengo más vértigo a conversar, sobretodo desde que nos hemos vuelto a mirar a los ojos.


Volvimos a vernos en persona el año pasado. Tenía mucho miedo. Por un lado deseaba abrazarle, le quiero mucho, pero por otro lado tenía miedo de mi propia reacción. Y la verdad es que no lo pasé nada bien.

Lo primero que me pidió fue visitar la tumba de mi padre. Le acompañé, para indicarle cual era pero después hablamos sin profundidad. Me contó de su vida actual y los problemas médicos a los que se enfrentaba. Yo a mi vez, le conté como era mi situación ahora, dónde trabajo, lo que estudia mi hijo… pero a penas hablamos del pasado. No me atreví a tocar el tema. Y él tampoco preguntó.

En un momento dado, nos acercamos dando un paseo hasta la calle donde vivían nuestros padres cuando éramos muy pequeños. (cuando yo me fui con mis padrinos a otra ciudad, mis padres se mudaron al domicilio donde tengo todos mis recuerdos) Reconoció el barrio. Me indicó que esa zona de la ciudad le había traído algunos recuerdos del portal de la casa, y de la frutería que había en la esquina.


De repente tuve un flash, una imagen clara y nítida del interior de la vivienda, con un pasillo largo y oscuro, y la habitación de mis padres con una ventana con el cristal roto para que el gato pudiera entrar y salir por ella al tejado del convento de las Salesas que había detrás. En aquella retrospección pude ver la cama con mi madre acostada en ella entre sábanas sucias de comida, y un orinal a los pies. La misma cama metálica donde años después mi padre me violaría por primera vez. Jamás, hasta el año pasado recordé aquella casa. Debieron abandonarla por derribo cuando yo tenía unos cuatro o cinco años y no me acordaba en absoluto. Y pasear junto a mi hermano me hizo volver a sentir un dolor inmaterial en el corazón. Y por primera vez en millones de años, volví a oler. Un olor espantoso a mugre, a orina, a podrido, a mierda que me invadió de tal manera que casi me hizo vomitar. Tuve que buscar una cafetería con la excusa de ir al servicio y así poder calmar mi recuerdo.


No sé si se percató. En otras ocasiones, cuando he tenido un “recuerdo-impacto” delante de otras personas he logrado mantenerme firme el tiempo suficiente para estar en un sitio seguro a solas donde poder descargar la energía acumulada por el recuerdo, pero él es como yo, una víctima, y es posible que él sí sea capaz de darse cuenta de que ocurre algo. O yo tengo tanto miedo que hasta me imagino cosas…


Me sentí muy incómoda a su lado durante toda la visita, y se dio cuenta. Al despedirnos, él me preguntó si yo era siempre así, si nunca miraba a los ojos. La verdad es que me hizo preguntarme si suelo hacer eso con frecuencia. Aunque tenía muy claro la razón por la que lo hacía con él.

Durante el día y medio que estuvo en nuestra tierra natal, mantuve un miedo subliminal, enterrado, oscuro, profundo, que no me abandonó hasta que no regresó a la localidad donde vive actualmente. Tuve miedo a que me tocara. No a que me agrediera, o se insinuara. Miedo a que me tocase, a que me rozase siquiera. Cuando nos vimos cara a cara por primera vez después de tantos años, me abrazó, casi me levantó del suelo. Estaba muy emocionado. Lógico, había encontrado a su hermana. Pero para mí ese abrazo fue terrorífico. De repente sentí como si me hubiera cubierto con un manto oscuro, negro, dañino. Me da mucha vergüenza confesarlo, pero no pude -no puedo- soportar que me toque.


Desde que volví a verle, se han revuelto recuerdos de mi infancia muy oscuros. Escenas desagradables que aún no estoy preparada para afrontar. Existe un recuerdo concreto que siempre ha estado presente, pero tan espantoso para mí que lo mantengo a raya. Es de las pocas batallas que he librado con mi Monstruo en las que he conseguido salir con menos heridas, porque siempre he conseguido que ese recuerdo no me domine, no se imponga. Pero como un dique agrietado, siempre amenaza con romperse, y tener a mi hermano cerca me está costando un enorme esfuerzo de contención. Si ese recuerdo se volviera recurrente, si se convirtiera en una retrospección, no estoy segura de mi reacción y me da miedo, mucho miedo.

Me quiere mucho, me dice cosas cariñosas que me ponen muy nerviosa. Se aferra a mi cariño, porque soy lo único que tiene. Y yo no puedo corresponderle. Cada vez que me dice algo tierno se me revuelve el estómago. No puedo evitar recordar a mi otro hermano, el mayor, que antes de agredirme me decía cosas parecidas. Y no puedo evitar recordar que mi padre se aprovecho de ese cariño fraternal para mantenernos atados a su infamia de la manera mas abyecta. Porque los abusos de mi padre se convirtieron en un siniestro lazo de unión con mi hermano que me hace sentir horrible. Un lazo manchado de dolor y tristeza.

Y no puedo evitar, cada vez que pienso en mi hermano, que sobre mi mente se imponga la imagen de él, sin pantalones, acurrucado en el suelo ante mi padre, mirándole suplicante, con las lagrimas corriendo por su rostro, y protegiéndose del siguiente latigazo, mientras mi padre le pregunta “¿dónde está tu hermana, dónde la has escondido?”. Y mientras tanto yo, cobarde de mí, salgo de debajo de la cama, me escapo de casa y ni siquiera pido ayuda a un vecino. Aún escucho los alaridos de mi hermano que se oían desde la escalera del edificio. Durante varios días creí que mi hermano había muerto a manos de mi padre por mi culpa, porque cuando escapé lo único que hice fue llamar a mi Madrina, a su ciudad, desde la panadería de la madre de una amiga y ni siquiera se me ocurrió avisar de lo que estaba ocurriendo en mi casa.


Y ahora, cada vez que hablo con mi hermano, cada vez que le veo conectado, cada vez que me envía un correo, cada vez que me dice que soy lo más importante de su vida, me siento de nuevo al borde del abismo. Porque si supiera –si recordara- lo que hice, me odiaría.


La verdad es que todo este asunto de mi hermano me supera. No me hace sentir nada bien y a veces desearía que no hubiera reaparecido. Y ese pensamiento me hace sentir una persona espantosa.

Le quiero mucho. Deseo que le vaya bien en la vida. Que no se sienta solo, que sea feliz. Pero no sé si puedo compartir su vida, no sé si puedo formar parte de ella. Y pensar así me parte el corazón. Cuando hablo con él me queda siempre una sensación de vacío, como si se abriera una puerta y entrase el frio. porque la culpa y la vergüenza que siento me congelan el corazón. Porque le abandoné a su suerte como a un perro, y jamás, jamás me lo perdonaré.

Nadie conoce mi niñez mejor que mi hermana”
Dale V. Atkins. Psicóloga norteamericana
 
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